
La pataleta y el amulamiento, el supuesto oprobio, ignominia, afrenta y deshonra sufridos porque las meretrices me tratan de tú y los camareros me saludan por la calle, hemos decidido que pueden formar parte de todo el artificio que vamos a montar para lavar la cara después del maltrato recibido, máxime si ya estamos consiguiendo emponzoñar Las Rozas para que nadie esté a gusto y que no se formen tertulias para charlar de la familia, del gobierno o del tiempo.
Además podemos inhibirnos de las responsabilidades y dedicar tiempo a calcular cuántas y cuáles son las teas incendiarias que deben lanzarse en las ruedas de prensa, a poder ser con la intención de aumentar la distancia entre el Camp Nou y el Santiago Bernabeu, y viceversa, de 600 a 6.000 kilómetros. Porque lo único que hago es defender el fuerte ante el ataque de los Pies Negros que agraden con sus poderosos arcos y flechas y montan caballos bayos.
Tomando ejemplos que pueden considerarse no contaminados y referentes que no se dudará en reconocer muy válidos para el fútbol, si en Alemania (Ottmar Hitzfeld en Kicker) o en Inglaterra (Alan Hansen en The Telegrah), rechazan la teatralidad y el artificio y señalan como desencadenantes de la guerra casi declarada a las posturas, planteamientos y desafíos de la filosofía mouriñista, es que hay que replantearse la situación y poner freno a la dinámica de acción-reacción. Dicho de otro modo: las instituciones están por encima de los personalismos.
Alguien podrá sentirse o venderse como ganador en lo doméstico pero a lo mejor no nos damos cuenta que habrá que renunciar a la ilusión permanente de acudir a la competiciones mundiales o continentales con la fundamentada aspiración de ganarlas y que habrá que cambiarla por algún efímero momento de gloria que disfrutar, en el mejor de los casos, en compañía de vecinos y familiares políticos, cuando, siendo los segundos o los mejores terceros de los grupos de clasificación, se consiga vencer a los también indios Seminolas y Apaches.
Muy difícilmente seremos capaces de tener una garantía para la selección, una seguridad en la que basar nuestro orgullo y poder presumir de treinta o cuarenta partidos invictos y de promedios inalcanzables.
De esta manera apoyamos a la inflación, a la deflación, a la absorción, a la ampliación y unas cuantas más de las circunstancias de la economía financiera y de gestión, que han convertido en muy poca cosa el café de sobremesa. A esas malvadas conspiradoras que han conseguido machacar el azúcar moreno y la sacarina hasta convertirlos en polvo volátil que ni endulza ni da color y, lo que es peor, trocan el prestigioso grano de moka en modesta achicoria.
Teníamos un sueldo Nescafé y lo vamos a perder porque algunos mascan chicle de tomate.