
Para los de mi generación (1978), es probable que el mundial de Estados Unidos sea el que mejor recordamos y uno a los que más cariño se le tenga por la época de la vida (plena adolescencia) en el que lo vimos. Yo tenía 15 años y el fútbol ya formaba parte de mi día a día. Debió de ser uno de los veranos que más he pisado la playa en mi vida y recuerdo que tenía una pelota inflable llena de mis preferencias sobre todo lo que pasaba en este mundial. Frases como "Hagi eres un Dios" o "Maradona aprende de Milla: 40 años sin drogas" adornaban el utensilio playero ante la sorpresa de mi grupo de amigos que pasaban olímpicamente de seguir el evento como lo seguía yo.
Fue el primer mundial de la España de Clemente. El país estaba dividido entre los clementistas (éramos 4 gatos) y los anticlementistas. Hubo mucha polémica a raíz de que el de Baracaldo dejase fuera de la lista definitiva a Míchel. A mí me gustaba la selección que llevábamos y creía que podíamos ganar a cualquiera.

En el primer partido me tocó trasnochar. Recuerdo levantarme a hurtadillas del cobijo materno y ponerme a ver ese España-Corea del Sur como si me fuese la vida en ello. Evidentemente, con los dos goles mi madre (y parte del vecindario) se enteraron de que el sueño lo había dejado para un poco más tarde. Al final nos empataron y la decepción era grande.
Como he dicho antes, yo tenía 15 años y siempre fui muy mal estudiante. Mi madre me daba donde más me dolía y me castigaba sin ver el fútbol. Por eso, el empate contra Alemania lo volví a "malver" de forma furtiva en la tele de su habitación. Recuerdo que flipé por colores cuando vi que estábamos ganando. Y recuerdo que Alemania no me parecía tanta cosa. Contra Bolivia recuerdo que en ese preciso instante me enamoré, futbolísticamente hablando, de Caminero. No por sus dos goles, sino por su personalidad en el campo. Me flipaba.

El partido de octavos de final contra Suiza todavía lo guardo en VHS y me lo sé de memoria. Grabados tengo en la mente los gritos de Míchel (comentarista de TVE) en el gol de Hierro ("por arriba Fernando") y en el gol del Luis Enrique ("bieeeeeeeeeen!!!"). En ese momento, yo creía que podíamos ser campeones del mundo.

Los cuartos contra Italia (que ya me hacía tilín) fueron un sábado por la tarde. Mis amigos me habían llamado para "ir a dar unos toques" y yo los había mandado a tomar por el culo. Literalmente. Todavía hoy no me explico cómo podían dejar de ver a nuestra selección por no coincidir con nuestro seleccionador. Fue un choque en el que España entró mal al partido e Italia se adelantó relativamente pronto con el zapatazo de Dino Baggio. Creo que este jugador no ha vuelto a meter un gol así en su vida. Teníamos muy mala suerte. Pero en la segunda parte salimos mejor y Caminero, quien si no, lograba el empate y me dejaba afónico. Todo el mundo recuerda la ocasión de Salinas pero pocos dicen que Italia estuvo casi 20 minutos sin salir de su campo. Eso sí, la vez que salió nos mandó para casa. Recuerdo que, una vez regateado Zubizarreta, me parecía imposible que Baggio superase a Abelardo. Y vaya si lo superó. Con lo de Luis Enrique me puse a llorar histérico. Nos íbamos del mundial y me flipaba que Clemente no rajase del árbitro. Soltó un "le han roto la nariz a Luis Enrique ahora al final pero son lances del juego".

Una vez que España quedaba fuera, había que ir con otras selecciones. Las elegidas eran Rumanía e Italia. Mi madre no entendía cómo podía chillar y patalear por aquella selección que iba de rojo pero que no era la nuestra. Los penaltis eliminaron a los rumanos y ya sólo me quedaba la Squadra Azzurra. Baggio me parecía lo más grande que había visto jamás (y me lo sigue pareciendo) y dos goles suyos metían a Italia (mi Italia) en la final.

De la final y su desenlace no quiero hablar porque 20 años después me sigue hirviendo la sangre. Sólo diré que odié a mi madre durante un instante por soltar un "me alegro de que gane Brasil porque agradecen la victoria a Dios" después de ver a Taffarel hacer un gesto al cielo.
Fue un gran mundial, con tintes épicos y que terminó como yo no quería: ganando Brasil.