
Otra temporada empezaba, y está en un océano de convulsiones: jugadores claves de la Liga del año pasado como fueron Martín Vázquez y Schuster se marchaban del equipo tras problemas con la presidencia, mientras que el argentino Ruggeri, que había dado solvencia a la defensa toda la temporada anterior, se lesionaba de gravedad y se perdería toda la temporada.
Para sustituirles se fichó a los extranjeros Hagi y Spasic, que habían mostrado un gran nivel en el Mundial, y además se arrebataba a Milla del Barcelona en un intento de repetir el golpe de efecto de Schuster.
Sin embargo las cosas no se mostraban bien en los meses anteriores al estreno doméstico: el equipo echaba de menos a los dos hombres clave del centro del campo del año pasado, y veía como otros como Hugo Sánchez, Gordillo o el recién fichado Milla empezaban a encadenar lesiones.

Liga: la temporada liguera fue un completo antítesis de las últimas 5 campañas, haciendo un campeonato irregular en el que casi nunca tuvo opciones de ganar. Las múltiples lesiones que se acumularon al principio de temporada y la pésima planificación de la plantilla hizo que el equipo pronto se encontrara en desventaja, mientras veía como el Barcelona tomaba plácidamente el liderato.
Tras una derrota en Valencia que puso al Madrid a 5 puntos de los culés, Toshack fue destituido y en su lugar se colocó de entrenador a Di Stefano mientras se encontraba un sustituto de garantías para el resto de la temporada. Esta destitución fue llamativa, porque desde la primera temporada de la Quinta (1984-1985) no se destituía a un entrenador a mitad de temporada.
En ese caso fue a Amancio, en la jornada 37, con la Liga ya perdida y justificado con que el equipo necesitaba un revulsivo moral para encarar las semifinales de la UEFA. En este caso la distancia, pese a ser algo amplia, era manejable, ya que 5 puntos se podían recortar en el primer bache que cogiera el rival.

Di Stefano intentó aplicar la fórmula que utilizó en su primera época de entrenador, cubriendo los puestos de los lesionados con canteranos como Santi Aragón, Alfonso o Jaro, con unos resultados iniciales prometedores ya que el equipo consiguió encadenar una pequeña racha de victorias seguidas que le daban aire en la clasificación.
Sin embargo estos canteranos no eran de la misma calidad que los que se encontró el técnico argentino en su primer mandato (Butragueño y cía.) y el equipo que les rodeaba tampoco era el de ahora: mientras que los veteranos de entonces fueron una generación que creció en un equipo que apenas tenía dinero para invertir en fichajes y tenía que pelear con uñas y dientes cada título, esta era una generación acomodada tras la consecución de 11 títulos en los últimos 6 años, y no estaba preparada para enfrentarse a una situación límite.

Poco a poco el equipo de Di Stefano se descompuso, perdiendo puntos y renunciando definitivamente a la Liga tras el primer clásico (2-1 a favor de los culés). Después de varias jornadas deambulando por la zona media-alta y amenazando con perder incluso el tren de la UEFA, se destituyó al técnico, fichando a Radomir Antic hasta el final de temporada tras un breve paso de Ramón Grosso como entrenador (1 única jornada).
Con Antic el equipo remontó definitivamente el vuelo: consiguieron 18 de los últimos 22 puntos, encaramándose a la tercera posición (y estando muy cerca de arrebatar el subcampeonato al Atlético) y llegando a ganar al mismísimo Barcelona en el Bernabéu el mismo día que les tocó hacer el pasillo de campeones a los blaugrana.
Copa del Rey: al igual que el año anterior, el Atlético se presentó en los octavos de final como el rival a batir para seguir vivos en la competición copera. Sin embargo el equipo, tocado por la derrota liguera contra el Barcelona y echando toda la carne en el asador por la Copa de Europa, no reaccionó ante los colchoneros.

Tras un gris empate (1-1) en el Bernabéu los blancos tuvieron que jugársela en el campo atlético, pero estos, en gran momento de forma y peleando la Liga al conjunto de Cruyff, sacaron lo mejor de sí y dejaron en la cuneta a los blancos por una corta victoria de 1-0.
Copa de Europa: un año más el equipo veía la máxima competición europea como el gran objetivo de la temporada; a diferencia de años anteriores el sorteo inicial fue benigno con los blancos, que dejaron en la cuneta al Odense y al Tirol sin mayores dificultades.
En los cuartos esperaba el Spartak de Moscú, rival complicado por la climatología de su campo y poseedor de un orden casi marcial en el campo. El Madrid ya había dicho adiós a las competiciones de Liga y Copa, siendo esta su única manera de justificar la temporada.

Ganar la Copa de Europa sería la única manera de continuar en la competición al año siguiente, y al ser el único título grande que aún se podía ganar, era la tabla de salvación del año. Sin embargo incluso el pase a semifinales podría ser suficiente, ya que todo el mundo era consciente de que este equipo no tenía nada que ver con el de años anteriores, y si esos habían fracasado en la conquista de la “Séptima”, este no tenía nada que hacer.
Llegar a la penúltima ronda supondría un ingreso económico lo suficientemente fuerte como para poder permitirse no jugar el año siguiente y aún así poder reformar el equipo como era debido.
Se las pintaban felices cuando se consiguió salir de Moscú con un buen empate a 0 tras una majestuosa actuación del guardameta Jaro. Los soviéticos no eran muy seguros fuera de casa, y con una victoria mínima se podía solventar al ronda y quizás la temporada.
Pero cayó la desgracia, ya que a pesar de adelantarse en el marcador con un tanto de Butragueño, el Spartak consiguió un afortunado gol en una serie de rebotes y el Madrid se vio obligado a lanzarse a por un segundo tanto bajo riesgo de quedar eliminado.

En un partido que recordó al de las semifinales de Copa del Rey contra la Real Sociedad un par de temporadas atrás, el equipo blanco confundió el intento de remontada con un planteamiento suicida, y el orden defensivo de los soviéticos les permitió aguantar las irregulares embestidas blancas y contragolpear fulminantemente, poniendo un desalentador 1-3 en el marcador con media hora de partido por delante.
Pero la peor noticia llegaba tras el partido: el Milán había caído eliminado en los cuartos, y los blancos veían como habían dicho adiós a una competición de la que su bestia negra acababa de desaparecer.
Supercopa de España: el equipo se encontró con esta competición cerca de navidades, cuando el efecto Di Stefano se disipaba y la Liga se alejaba cada vez más. Los blancos sacaron su mejor arsenal en el Camp Nou, frente a un Barcelona con algunas bajas significativas como la de Koeman o Laudrup.
El Barcelona subestimó a los blancos, que fueron capaces de ganar el único clásico en el Camp Nou de toda su generación (0-1) y marcharse al Bernabéu con uno de los mejores resultados posibles.
Por aquel entonces el Barcelona tenía por costumbre menospreciar todo aquello que lograban los blancos: si ganaban la Copa, es que el finalista era un equipo malo, y si ganaban la Liga era porque no había rivales de altura en ella y los árbitros les daban los empujones necesarios. Fruto de estas acciones cometieron un error que les costaría el torneo.

Dispuestos a demostrar que no tenían ningún interés en un título que para ellos no era oficial (dicho queda, que ellos fueron quienes crearon la competición inicialmente), Cruyff sacó un equipo de reservas frente a un Madrid que aprovechó el regalo.
Sabiendo que era la manera más sencilla de añadir un título al palmarés en una temporada poco propicia para ello, los blancos arrasaron a los suplentes culés, endosando 4 tantos en una goleada en la que destacó la famosa vaselina de Santi Aragón. El tanto inicial culé no sirvió para nada, y el 4-1 final dio el único título de la temporada a los blancos.
Balance final
La temporada había sido aciaga, no compitiendo por la Liga en ningún momento, cayendo en Copa a primeras de cambio y siendo derrotados en la Copa de Europa por un rival asequible. Tenía cierta poética que la Quinta del Buitre hubiera nacido a la vista de Europa con aquella grandiosa remontada frente al Anderlecht en el Bernabéu, y hubiera muerto con esa derrota frente al Spartak.
Desde el nacimiento de la Quinta solo se había perdido un partido europeo en casa: contra el Videoton en la vuelta de la final de la Copa de la UEFA, mientras que en la Copa de Europa nunca habían perdido en su campo: Juventus, Bayern, Milán o Oporto habían visitado el Bernabéu cosechando derrotas o empates, y sin embargo un rival menor como el Spartak había vencido a los blancos.

Pero no todo era malo; la temporada se sabía aciaga desde un primer momento, con la marcha de varios jugadores vitales del equipo y las lesiones constantes de hombres importantes; la Supercopa se había ganado al Barcelona cuando intentaron utilizarla para burlarse de los blancos y se dejó una goleada en la hemeroteca, mientras que en Liga al menos se había logrado el tercer puesto que daba entrada a la UEFA y se había estado cerca del segundo.
Era hora de un cambio, la Quinta del Buitre llegaba a su fin, con la enorme cifra de 12 títulos consecutivos en 7 temporadas y otro Madrid tendría que ocupar su lugar. Pero eso son historias para otro día…
La Quinta del Buitre - 7 años de gloria: