
Ahora que la mayor parte de los aficionados al fútbol estamos pensando en lo que hacíamos durante los partidos de la selección española del mundial Sudáfrica 2010 y cómo celebrábamos los goles y el ansiado y merecido título conseguido en el crudo invierno austral, parece que es buen momento para tratar de resolver varias de las incógnitas que se han planteado en los últimos meses de competición, al disponer de suficiente perspectiva temporal y con un entorno más sosegado y reflexivo.
Que me hayan regalado recientemente una camisa del Real Madrid, con la firma de los jugadores de la primera plantilla, no puede por menos que motivar mi agradecimiento sincero y afianzar como idea base, que nuestra fuerza y predominio en el orbe está en el apoyo que bastantes millones de españoles brindemos al equipo nacional, porque restar y dividir, de seguro supondrá que dejan de admirarnos en Argentina o en Inglaterra y los “Iniestas”, “Casillas” y “Silvas” perderán la zapatilla una medianoche y alguna cucurbitácea ocupará y afeará la carroza número uno, por mucho que nos pueda gustar el potaje.

Que hayamos recibido algunos varapalos en amistosos de carácter promocional y recaudatorio, constituye una llamada de atención que nuestro cuerpo técnico no ha minusvalorado, implicando y responsabilizando a los jugadores en una competición de viernes y de martes, convenciendo a una gran mayoría que debían usar pasaporte electrónico y que había que aprender a bailar gaita zuliana.
Que entre los empleados se hayan planteado diferencias propias de su propio trabajo, al igual que sucede entre los trabajadores de la planta quince de los almacenes Sears en Illinois, no representa en si mismo un problema mayor que el de la propia convivencia, siempre y cuando no se reavive la brasa y los profesionales acepten que, distancia hay y habrá, y que no es imprescindible hacer amigos sino resultar eficaces y eficientes.
Que nominados dirigentes hayan metido la pata y para no reconocerlo pretendan, en algún que otro ataque de orgullo, ganar adeptos y discípulos, a la selección española tiene que importarle plim. También esa es tarea de don Vicente y compañía, y estará ocupando a los dudosos que preguntan ¿a qué dedica el tiempo libre?
Hay que ser conscientes de las dificultades para trabajar con un grupo que apenas entrena junto y que juega siete u ocho partidos al año como media, a lo que se suele añadir que no siempre están los mejores disponibles y que la presión mediática hacia los propios jugadores, que en ligas como las españolas está creciendo exponencialmente y se focaliza hacia sus clubes. Verdad de Perogrullo es que, si no se va renovando la selección y no se trabaja para que los más jóvenes alcancen el nivel y la calidad de los bicampeones, de manera indefectible nos ahorraremos los fuegos artificiales y las rúas multitudinarias.
¡Rieguen las flores y apuesten por el Mundial Sub-20 de Colombia 2011 y por los Juegos Olímpicos de Londres 2012!