
Tras años de luchas intestinas por el accionariado del Valencia que se remontan a 1992, y fruto de ellas han sido las desastrosas gestiones de hombres como Paco Roig o Juan Soler al frente de la entidad, intervención de Bankia incluida, llegó la pasta de Peter Lim. Es de ley reconocer que el empresario de Singapur ha ido en serio poniendo dinero: son casi 200 millones de euros los que tiene depositados entre acciones y jugadores. Y en otras facetas de la vida ni idea, pero en el fútbol el dinero (aunque ayuda) no es garantía de éxito: sobre todo si lo gastas mal.
Igual no te lo crees, pero puede que sea un buen momento para aprender cómo apostar en línea si quieres ganar algún euro de cara a la temporada que viene, porque este club parece que recupera sus constantes vitales por momentos con pequeños detalles de normalidad, y puede volver a ser una de las sensaciones del campeonato de Liga. Más que nada por la llegada de un tipo que, simplemente, está aplicando sentido común. No es para nada un concepto revolucionario, pero en Valencia se echa mucho de menos.
La última bala en la recámara de Peter Lim
En su primer año de gestión y con un buen equipo dirigido por Nuno, el Valencia vuelve a la Liga de Campeones clasificado en cuarta posición. Debería ser un buen comienzo para reconstruir un club con capacidad sobrada para disputar la Liga los años que Madrid y Barcelona flojean y pelear en la Copa y en Europa. Pero no: se venden futbolistas de referencia, se fichan otros a un precio muy alto que no dan la talla para jugar en Primera División, se confía la dirección deportiva a Jorge Mendes, el consejo de administración se aleja de lo que socialmente es el Valencia y todo lo que le rodea…
Todo ha desembocado en dos años consecutivos cuyo objetivo deportivo de facto ha sido eludir el descenso, donde Voro, hombre de club, ha ejercido de salvavidas. En consecuencia se ha reducido la asistencia al estadio (con un precio por abono que no se ajusta a su actual realidad deportiva), se dan bandazos desde la dirección y entre los jugadores se ha instalado el conformismo y la apatía, sin ningún referente claro ni autoridad que se identifique como líder del equipo.

Parece que decidido a enderezar el rumbo del club, y por tanto de su inversión, Lim ha dejado en manos profesionales la dirección del Valencia. Para ello le ha encargado al empresario balear Mateu Alemany, en su día al mando del Mallorca durante dos etapas, reflotar la entidad. Y aunque es muy pronto para decirlo porque la pelota de la 17-18 no rueda todavía, está aplicando criterios que como mínimo son de sentido común: fichar a un entrenador contrastado como Marcelino con una idea de juego que casa con la que siempre le ha ido bien al Valencia, una política de fichajes en manos de una dirección deportiva y no sujeta a intereses de un representante, precios de abonos acordes al nivel deportivo que se lleva ofreciendo en estos últimos tiempos y al bolsillo del aficionado, exigencia de responsabilidad y profesionalidad a los jugadores… todo en aras de volver a construir una comunión entre afición y equipo y tratar de devolver a la entidad una paz social que queda ya muy lejana en el tiempo.
Estamos ante el que es el último recurso de Peter Lim como intento de reflotar el Valencia. Debido al silencio sepulcral del de Singapur no sabemos con qué intención, si con la de seguir al frente del proyecto o para intentar hacer viable y atractiva la entidad de cara a una posible venta. En cualquier caso, el triunfo de Mateu Alemany será el del valencianismo: en cualquier otra situación que se dé todos pierden, incluido Peter Lim.